sábado, 28 de abril de 2012

MARCA DE GANADO
El marcar al ganado ha tenido, en el mundo preindustrial, varios motivos. El primero, quizás, es el de testimoniar la propiedad del animal mediante una huella que no se pueda borrar. Con ello se reducía la posibilidad de robo del mismo, si bien no se eliminaba totalmente, ya que podía ser sustraído para consumir su carne. Por otro lado, la necesidad de separar con facilidad los ejemplares propios de un rebaño compuesto por animales de varios propietarios (pensemos en los de ovejas trashumantes) era fundamental.
Las marcas del ganado se han hecho con fuego –sobre la piel, las pezuñas o las astas– con hierros de distinto tamaño. También el recurso a los cortes, sobre todo en las orejas, ha sido y sigue siendo una constante. Las señales con almagre o con pez también han estado muy extendidas a pesar de los contratiempos que tenían las segundas para la lana. A todos ellos se han ido añadiendo últimamente la colocación de apliques de cuero, metal, madera o plástico (A. Sánchez Belda, 1981: 95-189). En cuanto a la antigüedad de este tipo de prácticas basta remitir a la iconografía de caballos –en los Beatos hispanos, de época medieval– con marcas dibujadas en las ancas o, como recuerda Sánchez Belda –-p. 95–, a la legislación sobre la obligatoriedad de marcar, herrar y señalar al ganado en época de los Reyes Católicos, dictada concretamente en 1499.

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