Griegos, romanos y bizantinos utilizaron el bronce para separar
distintos espacios, para puertas y cerramientos, y para poder exhibir en
sus templos los tesoros de culto. Roma utilizó la reja de hierro como
en prisiones, circos y anfiteatros. En nuestro país, y como apunta el
historiador Fernando de Olagüer-Feliu y Alonso en su trabajo La reja
arquitectónica medieval en España. Su implantación, desarrollo,
simbolismos y tipologías, existe una reja procedente del anfiteatro de
Itálica que se conserva en el Museo Arqueológico de Sevilla y que es
considerada como la "decana" de las rejas españolas. Las más comunes son
aquellas que cierran los vanos de ventanas para impedir el paso de aves
y otros “intrusos”, y las que se instalan en ábsides y capillas para
proteger el acceso a reliquias u otros objetos de valor. La custodia de
reliquias de santos fue primordial en los templos que constituían
lugares de peregrinación, que a su vez podían ser parte de rutas
jacobeas. Es el espectacular caso de Conques, que contenía las reliquias
de Santa Fe, y en cuya reja se pueden observar todavía las defensas
disuasorias añadidas, en forma apéndice saliente, contra los posibles
"escaladores". Jaca, en la época de Sancho Ramírez, albergaba las
reliquias de Santa Orosia, y las de los mártires Vicente, Sabina y
Cristeta eran custodiadas por la reja de San Vicente de Ávila. Esta
última conserva aún las ruedecillas que facilitarían su desplazamiento.
También existen algunos restos de los anclajes en el muro que sujetaban
estas rejas, por ejemplo en la iglesia del monasterio de Sant Llorenç de
Sous. A esta función meramente protectora hay que añadir la estética y,
en su caso, la simbólica.
En cuanto a su realización, un
elemento definitorio de la reja románica consiste en la unión de todos
los conjuntos de espirales que forman una unidad decorativa (compuesta
de una o varias varillas) mediante grapas o presillas a los montantes,
en lugar de utilizarse la soldadura. Entre los motivos decorativos de
las varillas principales, el más antiguo es el del róleo simple, y el
más frecuente es el de “ces” (róleos dispuestos en sentido inverso)
sencillas o afrontadas, con o sin decoración entre ellas; las varillas
secundarias o de “acompañamiento” (L. Barrado) pueden también constituir
motivos en forma de “ese”, el cual a su vez puede dar lugar a una forma
de corazón invertido. Por último destacar que algunas de estas varillas
son finalizadas con formas vegetales, hojas o flores (como en el caso
de San Vicente en Ávila o en Jaca), e incluso de cabeza humana o
zoomorfa (Iguacel). Además, y al igual que en el caso de los herrajes de
puertas, todas estas creaciones irían pintadas para protegerlas de la
corrosión y aumentar el efecto estético.
La doctora Llüisa Amenós supone que
casi todas las iglesias románicas debían de disponer, en origen, de
rejas de hierro para el cierre de espacios como el Altar Mayor, el coro y
las diversas capillas laterales, pero muchas de ellas desaparecerían durante el periodo gótico, vendidas o reutilizadas.
La utilización de rejas se observa en
todo el territorio cristiano hispano, siendo buenos ejemplos, por su
elaboración y estado de conservación las que cerraban los ábsides de la
Catedral de Jaca y de San María de Iguacel en Aragón, San Vicente en
Ávila, la Catedral de Pamplona, y Santa María de Melide, y en cuanto a
ventanas destacar las de la Catedral Vieja de Salamanca, la de San
Cipriano y Santiago del Burgo en Zamora, Santa María del Mercado o San
Isidoro en León, o Mansilla de la Sierra en La Rioja.
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